DIPLOMACIA PARALELA: tiene razón el gobierno nacional en sentirse molesto por la “diplomacia paralela” que han desplegado varios sectores de la oposición, en medio del agravamiento de la ya crónica crisis entre Colombia y Venezuela. En dichos sectores encontramos, por ejemplo, un cierto ex presidente, quien, tras salir de su cargo en medio de la vergüenza y el oprobio, ha tratado de valerse de cuanta causa pueda echar mano para restablecer su imagen y ganar importancia. Así, no tiene reparo alguno en cobrar como un logro de su gestión la orden de que el embajador de Venezuela regrese a Bogotá. Tenemos también todo tipo de sectores de izquierda cuya simpatía con el proyecto chavista es evidente; a su regreso a Colombia, la opinión pública debería pedirles cuentas sobre dicha simpatía, y preguntarles si ese es el mismo proyecto político que ellos aspiran a poner en marcha en Colombia. Esa diplomacia paralela, bien se ha dicho, contradice una sana e inveterada tradición colombiana según la cual las crisis internacionales son ocasión de unión nacional en medio de la prudencia, y tal unión se manifiesta en el respaldo a la gestión del Ejecutivo, a quien la Constitución encarga esa responsabilidad.
RAÍCES DE LA CRISIS: las declaraciones que profusamente ha ofrecido en días recientes el presidente Chávez muestran aquello en lo cual tanto hemos insistido algunos: la raíz de los numerosos problemas en las relaciones entre Colombia y Venezuela, y en particular de los problemas de naturaleza comercial, debe buscarse en el proyecto político del chavismo. Este proyecto alberga un profundo sentimiento de hostilidad hacia los Estados Unidos; así, siendo dicho país un cercano aliado político y comercial de Colombia, será imposible tener relaciones impecables con los gobiernos chavistas. En segundo lugar, el proyecto chavista incorpora una visión de las guerrillas colombianas, visión esta que Venezuela ha estado tratando de imponer sobre Colombia ―pese a tratarse de un asunto interno colombiano―, y cuyo eje es la consideración de las guerrillas como actores de una lucha política legítima y respetable. Cosa que en esta Colombia, hastiada de sangre, de lágrimas y de traiciones, resulta muy difícil aceptar. Y en tercer lugar, el proyecto económico del chavismo inevitablemente conduce al deterioro del comercio en el largo plazo. Esto porque sus planes económicos están exacerbando la tradicional dependencia de Venezuela de su sector petrolero, y deteriorando al tiempo los sectores no petroleros de la economía. Se quiere reemplazar a éstos con fantasías socialistas cuyo destino sólo puede ser el fracaso. Además, la mitología económica del chavismo invoca todavía la sustitución de las importaciones.
ECUADOR, VENEZUELA Y EL NARCOTRÁFICO: en su columna de ayer domingo (El Tiempo), lúcida como todas las suyas, el profesor Alejandro Reyes escribe un párrafo tan preciso y tan sintético, que vale la pena transcribirlo completo: “Chávez y Correa creen que sus procesos ‘revolucionarios’ pondrán a tambalear la hegemonía de Estados Unidos en América Latina porque son el principio del fin del capitalismo, mientras que la forma más degradada del capitalismo, las empresas del crimen organizado, se les cuelan bajo sus narices y se instalan como alternativa de generación de ingresos , que cobrará más importancia para mucha gente a medida que ellos empobrecen sus sociedades con políticas de desarrollo y despilfarro equivocadas”.
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