lunes, 7 de septiembre de 2009

Se aprobó el referendo... Venezuela y los empresarios

REFERENDO: de modo puramente personal, expreso mi genuino pesar por la aprobación en el Congreso del referendo que permite una segunda reelección. Mi opinión es que nuestro país, al dar vía libre a dicha iniciativa, rompe con su admirable tradición de normalidad constitucional, y da consagración a la presencia entre nosotros de una triste realidad, la cual había sido en buen grado ajena a nuestra cultura política: el caudillismo, es decir, la idea de que un ser superdotado es el único capaz de conducir los destinos del país. Estas opiniones personales no pueden cerrarse sin lo que podríamos llamar una dolorosa lamentación a priori: es una lamentación por lo que podría estar a punto de ocurrir; se sabe bien que, con el propósito de facilitar la aprobación del referendo en las urnas ―hecho para el cual nuestra Constitución sabiamente exige fuertes requisitos― los heraldos del caudillismo y sus serviles agentes están impulsando la idea de modificar el censo electoral con el propósito de reducirlo, de modo que, para su validez, el referendo no necesite el número de votos que hoy le sería exigido. Siguiendo a la sana costumbre de llamar las cosas por su nombre, esto no sería más que una trampa.

UN SISTEMA INCAPAZ: me hacía ver mi amigo Juan Manuel Charry en reciente tertulia que todos estos acontecimientos ponen al descubierto una incapacidad fundamental de nuestro sistema político, es decir, el sistema presidencialista. Decía Juan Manuel que esta maraña de vergüenzas surge porque nuestro sistema carece de la flexibilidad institucional que le permitiría reconocer hechos políticos notables, y dar trámite a ellos sin que se altere la normalidad democrática. El hecho político es la indudable aprobación popular de que goza el presidente Uribe, y la innegable realidad de que muchísimas personas quisieran verlo unos años más al frente de su cargo. En un sistema parlamentario, a esta realidad se da vía libre mediante la posibilidad de que un mismo gobierno ―no necesariamente un mismo individuo― ejerza las labores ejecutivas durante el tiempo que se lo permita la aprobación popular, estando siempre sujeto a la posibilidad de ser retirado de sus funciones en cualquier momento. En nuestro sistema tenemos que recurrir a procesos tan patéticos como el que culminó con la aprobación del referendo, y que tienen la capacidad de generar guerras institucionales que corrompen la naturaleza de los órganos del poder, y por esa vía erosionan la legitimidad y la solidez del sistema.

VENEZUELA Y LOS EMPRESARIOS: en declaraciones inauditas, el presidente de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Exportadores dijo que los empresarios colombianos no pueden vivir presos de esa arma de chantaje que continuamente utiliza el presidente Hugo Chávez: la amenaza de afectar el comercio entre los dos países. En Colombia, que es un país dedicado en alto grado (por fortuna) al comercio y a los negocios, tales amenazas solían producir un efecto de alarma, tras el cual venían los llamados al apaciguamiento. Pero, como ya había advertido el autor de estas notas en un artículo de la revista Cambio*, hacía falta que los empresarios, sin dejar atrás su admirable y sana vocación comercial, reconociesen que las actuales dificultades son de una naturaleza diferente, pues emergen de la ejecución de un proyecto geopolítico. Por fortuna, a tiempo han abierto los ojos.

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