¿ANTICAPITALISMO?: suponga el lector que un extranjero viene a Colombia. Al regresar a su país, le informa a sus amigos que ha percibido un notable ánimo antiuribista en la población colombiana, y cuando estos le piden detalles sobre las circunstancias en las cuales percibió tal cosa, les dice que lo percibió en un cine club del barrio La Candelaria de Bogotá, mientras se exhibía un documental producido por el CINEP. Cualquier persona notaría el error, consistente en inferir un como generalizado un cierto ánimo, a partir de lo que se percibe en un enclave en el cual es natural que tal sentimiento prevalezca. Ese es el error que comete Enrique Santos Calderón en su columna de ayer en El Tiempo, en la cual nos cuenta cómo dedujo que en Estados Unidos se ha masificado el sentimiento anticapitalista, por lo que vio en la proyección de un documental de Michel Moore en Nueva York. Por supuesto, en esa sala no iba a percibir nada más que eso. Pero deducir que hay un sentimiento anticapitalista en la nación estadounidense, a partir de tal experiencia, y de los comentarios críticos que a diario se hacen en Estados Unidos a varios sectores empresariales, constituye un error de apreciación muy serio. En el primer caso, el del documental, por lo que ya hemos señalado. Y en el segundo caso, por creer que las críticas a ciertos actores de la economía capitalista constituyen un rechazo del sistema mismo. Cosa que en vano buscará Enrique Santos en Estados Unidos, pues el capitalismo es uno de los elementos más importantes de la cultura popular norteamericana. Cosa que sí notó bien el historiador francés Francois Furet, quien escribió que en Estados Unidos no hay burguesía, sino un pueblo burgués.
DISTURBIOS EN LA NACIONAL: quienes somos o hemos sido miembros de la comunidad académica más importante del país, la Universidad Nacional, debemos lamentar de la manera más profunda el grado de extremismo al cual han llegado los disturbios que allí hacen parte de la vida cotidiana. Tales disturbios son molestos incluso en sus manifestaciones menos fuertes, pues en todos los casos, de uno u otro modo, se trata de minorías radicales que, usando la violencia en menor o mayor grado, buscan imponer sobre toda la comunidad su visión sobre la política y sobre la universidad. Y se creen por tanto con derecho a decirnos a todos los demás cuándo podemos y cuándo no podemos estudiar y hacer clases. Pero lo ocurrido el pasado viernes tiene ya un carácter aberrante: haber retenido por la fuerza al rector de la Universidad, en medio de manifestaciones y expresiones del más bajo carácter, no tiene ninguna justificación posible.
DISTURBIOS EN LA NACIONAL II: pero tan desconcertantes como fueron estos disturbios resultó la reacción de la alcaldía de Bogotá, a través de su secretaria de gobierno, quien condenó la incursión que hizo la Policía para poner término a la situación. Es inaceptable que una autoridad pública se pronuncie contra el hecho de que la fuerza policial cumpla su deber de proteger a un ciudadano en peligro. Y más inadmisible es el hecho de que, para la secretaria de gobierno, lo que haya merecido condena hubiese sido la acción de la Policía, y no la retención violenta, arbitraria e injustificada de una persona, en violación absoluta de todos sus derechos humanos y de sus garantías constitucionales. Nada puede esperarse de una administración cuyos funcionarios se ponen del lado del crimen.
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