EL DEBATE PRESIDENCIAL DE CARACOL I: Estoy seguro de que muchos lectores compartirán la siguiente apreciación, la cual fue para mí, tal vez, la más importante sensación personal que me quedó luego de culminado el debate de Caracol Televisión con los candidatos presidenciales: es una gran pena que Germán Vargas Lleras no tenga al día de hoy opciones serias de alcanzar la presidencia. De todos los participantes, Vargas Lleras fue el único que, para la mayoría de las preguntas, tuvo respuestas concretas y sólidas. Mientras los demás se perdían en devaneos retóricos, en la repetición de lugares comunes, y en la enunciación de anhelos, Vargas Lleras casi siempre respondió con propuestas específicas. Así fue cuando se les preguntó acerca del desplazamiento forzado, la corrupción y la reforma tributaria, por ejemplo. En este último punto resultó impresionante su desempeño, ya que el tema tributario, por su naturaleza técnica, suele ser de difícil abordaje para cualquier candidato. Cuando se les preguntó sobre corrupción, la mayoría de los candidatos ofrecieron lo que al respecto suele ofrecerse: una letanía acerca de cuán despreciable es la corrupción, y de cuánto podríamos lograr los colombianos sin ella. Pero no suele haber propuestas concretas. Vargas enumeró unas cuantas, algunas de las cuales me parecieron inmediatamente atractivas, como aquella de, en las entidades descentralizadas de la rama ejecutiva, los directores de control interno reporten directamente a la Presidencia de la República. Es una pena, digo de nuevo, que este candidato, cuya aspiración está respaldada por una coherente y sólida propuesta programática, no se halle hoy en los primeros lugares de preferencia de los colombianos.
EL DEBATE PRESIDENCIAL DE CARACOL II: La expectativa acerca del desempeño de Mockus era muy elevada, por su rápido ascenso en las encuestas, y por el impresionante modo como ha ido seduciendo a la opinión nacional con sus propuestas. El eje central de su campaña, llamado “legalidad democrática” es sin duda atractivo: la verdadera soberanía de las instituciones, y la verdadera libertad civil, se alcanzan en el imperio de la legalidad, y una gran tragedia de nuestro país consiste en que, pese a haber sido una república muy amiga de las leyes, la ilegalidad penetra de manera subrepticia por casi todos los rincones de nuestra vida. Comparto también su anhelo de que la democracia colombiana sea más deliberativa, y de que las relaciones entre ejecutivo y legislativo se basen en el intercambio de argumentos y no en el comercio de favores. Reconozco su buena gestión y su buena orientación en materia económica; y no sólo es mío ese reconocimiento, sino que es un sentir muy amplio: seguirán siendo, por tanto, torpes los intentos del Polo, repetidos de modo doblemente torpe anoche por Petro, por descalificar a Mockus como un “neoliberal”. El público sabe bien que el Polo, abanderado de cuanta irresponsabilidad y de cuanto error pueda haber en economía, hace un elogio implícito cuando descalifica a un candidato por ser contrario a sus ideas en la materia. Creo sin embargo que hacen falta tres elementos en el mensaje de Mockus: el primero, una mejor exposición de los instrumentos concretos que piensa utilizar para lograr sus objetivos. El segundo, reconocer que, si bien la pedagogía y los cambios culturales profundos son cruciales, su efecto aparece en el mediano y en el largo plazo, por lo cual es necesario ofrecer también soluciones de corto plazo para las urgencias nacionales. Finalmente, valdría la pena que exponga su posición sobre una posible negociación de paz con la guerrilla: ayer quedó claro que su actitud frente al terrorismo será la del combate militar, y que no habrá diálogos si se persiste en el secuestro. Completamente de acuerdo. Faltaría concretar, en mi opinión, en cuáles casos estaría dispuesto a entablar negociaciones, y lo más importante, qué estaría dispuesto a conceder en ellas. Yo creo, no por intransigencia, sino por filosofía política y por la experiencia nacional, que en tales negociaciones no puede haber ninguna concesión de acceso al poder político (como asambleas constituyentes).
SOBRE ESCÁNDALO DEL DAS: Corresponderá a la justicia decirnos quiénes son los responsables, y al respecto no pienso hacer conjeturas ni señalamientos. Pero no exagero si digo que, a partir de los elementos que hemos conocido por los medios, y asumiendo que ellos son auténticos, el escándalo del DAS alcanza verdaderas dimensiones de terror. No sólo es cosa de unas cuantas intervenciones de teléfonos: estaríamos frente a estrategias deliberadas para destruir la vida y la reputación de personas consideradas como “blanco estratégico”. Estas son prácticas de terror, y su raigambre es el más inmisericorde autoritarismo. Urge que la sociedad colombiana reflexione sobre el modo de construir organismos de inteligencia efectivos y capaces, pero cuya capacidad se dirija contra los terroristas, contra los criminales, y contra los gobiernos extranjeros agresivos. No contra la misma ciudadanía.
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