UNA DISCULPA Y UNA RECOMENDACIÓN: A la vez que pido disculpas a los lectores por no haber enviado este correo la semana pasada, aprovecho para hacerles una recomendación: tengan cuidado con los resfriados, en especial ahora que la temporada de lluvias ha comenzado en la mayor parte de Colombia. No atendí yo a tan sabio consejo, y lo que era un inocente resfriado se convirtió en una bronquitis aguda, la cual me tuvo en cama cuatro días. Así que por favor, buen paraguas, mucho abrigo, y en caso de resfriado, resguárdense en sus hogares.
LOS DETENIDOS EN VENEZUELA: Normalmente, si unos nacionales colombianos fuesen detenidos en otro país, la reacción aconsejable sería la prudencia, y el respeto a las autoridades de la Nación que los ha arrestado. Suspenderíamos nuestros juicios mientras dichas autoridades llegan a sus conclusiones. Tal proceder, claro, no es apto para el caso de Venezuela. En primer lugar, porque allí las autoridades carecen de las características que les harían merecedoras de ese respeto: no son independientes, no son imparciales, y no se conducen de acuerdo con los principios del debido proceso. Lo ha dicho muy claro la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: en Venezuela no existe la división de poderes. Y hay otro elemento, claramente visible en las declaraciones recientes de Tarek El Aissami (Ministro del Interior) y del propio presidente Chávez: un afán en exceso evidente de valerse de este caso para excusar, al menos de modo parcial, la miserable situación energética que vive esta potencia petrolera. Situación que sólo puede ser explicada por la incompetencia radical de su gobierno. De modo que estas personas fueron detenidas por un gobierno ansioso de encontrar culpables y de erigir chivos expiatorios, y por un gobierno, además, que controla los órganos del poder que deberían ser independientes de él, como la Justicia. Corren entonces un grave peligro, y hace bien el gobierno colombiano en su esfuerzo —el cual debería multiplicarse— de pedir la intervención de organismos internacionales de derechos humanos.
CHÁVEZ NUCLEAR: Como todos, he observado con alarma las renovadas intenciones nucleares de Chávez, su cercanía con el Irán de Ahmadinejad, y la aparente indiferencia de Estados Unidos. Hay sólo un elemento que me tranquiliza: Chávez ha sido, durante todo su gobierno, muy prolífico en anuncios de grandes proyectos, de obras descomunales, las cuales ni siquiera empiezan nunca a ejecutarse. ¿Recuerdan ese colosal gasoducto que iba a recorrer toda Suramérica, desde Venezuela hasta la Tierra del Fuego? Súmese a eso multitud de obras prometidas en otras partes, refinerías, carreteras, cuya materialización no llegó más allá de las palabras y del entusiasmo. Este gobernante, que ha prometido infraestructura y energía para todo el hemisferio, ni siquiera es capaz de iluminar su propio país, al cual tiene viviendo como se vivía hace cien años. De modo que en la incompetencia de Chávez yace una de nuestras esperanzas, la cual, adviértase, no es ni debería ser suficiente. Colombia debe seguir empeñada en la denuncia internacional de la agresividad chavista, tal vez a la espera de que algún día se despierte el gobierno de Estados Unidos, y el flamante subsecretario Valenzuela diga por primera vez algo con sustancia.
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Denuncias internacionales sí, buscarle pelea como un "varón" no.
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