martes, 23 de marzo de 2010

Arias y el voto de opinión

ARIAS Y EL VOTO DE OPINIÓN I: Hace Alejandro Gaviria, en su columna del pasado domingo (El Espectador) uno de esos ejercicios empíricos que son tan poco frecuentes en los análisis políticos de prensa. Y lo hace para registrar un hecho que refutó una creencia preelectoral, muy extendida entre quienes hacen comentarios sobre política. De acuerdo con tal creencia, en el Partido Conservador Andrés Felipe Arias representaba el voto clientelista, empujado por las maquinarias; también el voto de quienes se beneficiaron de las jugosas dádivas del programa Agro Ingreso Seguro; y finalmente, de sectores rurales y retardatarios, quienes serían sensibles al modo de ser de Arias, quien parece representar la nueva generación del populismo de derecha. En contraste, Noemí Sanín representaría la moderación propia de las clases medias urbanas, portadoras del llamado “voto de opinión”, del cual, además, se esperaba que se pronunciara con firmeza contra Arias. Anota entonces Alejandro Gaviria que la realidad fue casi totalmente contraria.

ARIAS Y EL VOTO DE OPINIÓN II: De esa constatación empírica podrían surgir muchas preguntas. En general, ella sugiere que, al analizar tendencias y resultados electorales, vamos a tener que ser más finos, y vamos a tener que mirar caso por caso. De todas las preguntas posibles, sin embargo, la que encuentro más interesante es la de por qué, en grandes centros urbanos donde prima el voto de opinión, la victoria fue para Arias, cuando se suponía que el voto de opinión debería favorecer a Noemí. Al respecto no puedo más que formular una hipótesis: el voto de opinión en Colombia, ese voto urbano, medianamente ilustrado, y que se define en función de posiciones políticas personales y no de maquinarias, es todavía un voto mayoritariamente uribista. Y esto lo propongo como una hipótesis fáctica, no como una bandera política.

ARIAS Y EL VOTO DE OPINIÓN III: Habría entonces que explicar por qué el voto de opinión se alejó de la moderación que presuntamente le corresponde, y declinó además la función fiscalizadora que se supone tiene. En una buena proporción, los votantes de esta franja dieron su apoyo a un candidato populista, de posiciones y actitudes extremas, y con un reiterado gusto por adoptar maneras típicamente campesinas; un candidato, además, sobre quien han caído muchos y muy serios señalamientos. Lo prefirieron frente a una candidata de posiciones moderadas, y claramente cosmopolita. Creo que esto sólo se explica de una manera: el voto de opinión tiene todavía una franja muy significativa de uribismo entusiasta, y no por eso deja de ser voto de opinión. Conozco a varias personas que se ajustan de modo perfecto al prototipo del votante de opinión educado, urbano, cosmopolita y de clase media o alta, pero que profesan a la vez un uribismo absolutamente férreo, tanto así, que son capaces de disculpar o de ignorar deliberadamente cualquier aspecto negativo del actual gobierno. Este, creo, es un fenómeno impresionante de cultura política, cuyo responsable último se identifica con una sigla: FARC. Es esa mezcla de repudio y de temor a la guerrilla, sumada al aplauso por quien se ha percibido como el único que ha podido propinarle derrotas, lo que ha llevado a buena parte del voto de opinión a orientarse de tal manera. Aún quedaría por ver si esto es un fenómeno transitorio, o si esa cultura política nacional, antes caracterizada por la moderación y el centrismo, ha sufrido una definitiva mutación.

AVANZA LA REPRESIÓN EN VENEZUELA: El camino hacia el totalitarismo es cada vez más visible en Venezuela, y las mismas autoridades chavistas ya se esfuerzan poco para ocultarlo. Anoche fue detenido el opositor Oswaldo Álvarez Paz, y su caso se suma al de otros que han sufrido la misma suerte, o que enfrentan procesos penales, o que han tenido que escapar de Venezuela para no ser objeto de la represión chavista. A este opositor se le hacen dos imputaciones absurdas, nacidas las dos de lo que, en cualquier democracia, sería considerado como un acto perfectamente normal de libertad de expresión. Álvarez Paz manifestó en un programa radial su creencia en las relaciones entre el gobierno venezolano y los grupos terroristas FARC y ETA. Por este acto individual se le acusa de conspiración, absurdo radical, pues la conspiración es por naturaleza un delito de comisión colectiva. Y se le acusa de difusión de información falsa, figura legal que habilita al gobierno a encarcelar a todo el que exprese una opinión inconveniente. Aquí estamos frente a la negación total de la libertad de expresión: el Estado se reserva el derecho de calificar como falsas las opiniones de las personas y derivar de ello consecuencias penales. Así, el totalitarismo sigue avanzando en nuestra región, y quien más podría haberse pronunciando contra su avance, quien mayor liderazgo moral podría haber ejercido en su contra, se manifiesta de manera infame en favor del encarcelamiento de disidentes. Me refiero, por supuesto, a Lula da Silva, decepción grande como pocas.

1 comentario:

  1. Mi mamá es de esas señoras de club que le perdona lo que sea a Uribe, no permite cuestionamientos, para ella el uribismo es religión.

    Yo no entiendo qu{e fue lo que le pasó, era galanista, crítica con los políticos, creía en las libertades individuales. Ahora, donde Uribe ponga el ojo, ella pondría la bala.

    Ella hubiera votado por Arias si no fuera porque mi papá quería votar por Peñalosa, entonces "le hizo el favor" de votar por Peñalosa también.

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