EL RESULTADO ELECTORAL I: El impresionante resultado de las elecciones de ayer, en mi opinión, confirma lo que hemos venido diciendo en estos boletines casi desde el inicio de su publicación: para la gran mayoría de los electores colombianos, la prioridad número uno del país sigue siendo la seguridad. Y eso, hoy por hoy, se manifiesta en dos retos concretos: el primero, impedir el resurgimiento de la guerrilla (y producir su derrota), y el segundo, mantener una actitud de firmeza frente al gobierno de Venezuela, al cual no sólo se le considera una amenaza por sí mismo, sino que se le ve como auxiliador o al menos proveedor de refugio para las FARC y para sus comandantes. Y sin que esto constituya un juicio sobre candidaturas particulares, reiteraré, como ha sido aquí también dicho muchas veces, que es apenas natural que la seguridad sea la prioridad central de los colombianos, porque ella es la prioridad fundamental de cualquier ser humano, y la menor percepción de que ella está en riesgo hace que todo lo demás pase a segundo plano. Sea esto apenas un mensaje para los candidatos que hoy, perplejos, se preguntan por qué un electorado al que ven tan afectado en su situación socioeconómica no respaldó sus plataformas sobre justicia social, servicios públicos, reforma a la salud, primer empleo, sistema pensional de pilares, etc. Muy simple: ante todo, la gente quiere que no la maten.
LA CUESTIÓN DE LAS ENCUESTAS: En Twitter dice hoy el historiador venezolano Elías Pino Iturrieta que, si bien ninguna ciencia social es exacta, tampoco es admisible que sean tan inexactas. Se refiere por supuesto a las encuestas colombianas. Habría que decir, en honor al rigor, que los encuestadores podrían alegar que durante la última semana hubo cambios muy rápidos: en realidad, no habría manera de probar si su enorme desacierto se debe a esto, o se debe a problemas metodológicos. En todo caso, no creo que la precisión de las encuestas deba ser pretexto para una regulación más férrea de aquellas: en primer lugar, porque la regulación ha de dirigirse hacia otros objetivos, como a evitar la manipulación y la parcialidad. Y en segundo lugar, porque el resultado de ayer muestra que es falso lo que claman quienes exigen reglas más fuertes, a saber, que las encuestas dirigen indebidamente al elector. Ayer quedó demostrado que el ciudadano puede ser independiente de las encuestas, y de qué manera.
¿QUÉ PASÓ CON LA “OLA VERDE”?: Sería impropia de mi parte utilizar este espacio para opinar sobre candidaturas concretas. Por eso, a quienes quieran conocer mi opinión sobre la catástrofe de la “ola verde” los invito a visitar mi blog haciendo click aquí: www.andresmejiavergnaud.com
lunes, 31 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
Ideas preelectorales
IDEAS PREELECTORALES I: Ya menos de una semana nos separa de las elecciones presidenciales. Desde hace ya un buen rato tengo mi decisión tomada para el voto en la primera vuelta: es una decisión, sin embargo, que me abstendré de compartir con los lectores a través de este medio, pues hacerlo constituiría una falta de respeto para con la Institución que represento. Sin incurrir en tal cosa, puedo anticipar, a manera de recomendación, lo que creo deben ser los dos criterios más importantes para la selección de un buen presidente en este momento de nuestra historia. Esos dos criterios son, de cierto modo, las dos caras que en mi opinión presenta ante nosotros hoy el legado de gobierno del presidente Uribe, y de ningún modo aspiran a agotar todo lo que podría decirse en la materia. La primera tiene que ver con seguridad: no creo, como dicen algunos con confianza ciega, que sea ya imposible retroceder en cuanto a seguridad y lucha contra la guerrilla. Quienes así piensan apuntan a la sólida conciencia nacional que parece haber al respecto, y al hecho de que prácticamente ningún candidato presidencial reniega de la bandera de la seguridad. Yo sin embargo creo que el retroceso sí es posible, pues más que declaraciones expresas de apoyo, esta política necesita un liderazgo muy especial, en cuya ausencia ella fácilmente podría estancarse, o empezar a retroceder de modo gradual; y no olvidemos que la contraparte, la guerrilla, está más que ejercitada en la paciencia y en el logro progresivo de sus objetivos, para lo cual podrán seguir contando con el dinero del narcotráfico. De modo que, al evaluar un candidato en cuanto a su política de seguridad, no sólo ha de pensarse en sus propuestas expresas: habrá también que analizar su capacidad para liderar este esfuerzo.
IDEAS PREELECTORALES II: Por otra parte, muchos conocidos me dicen que es indispensable preservar el legado de Uribe, y al decir tal cosa no hacen distinción de políticas específicas. Sin duda hay que preservar algunos aspectos del legado uribista. Pero si los observadores fuesen un poco más analíticos, se preguntarían en virtud de qué hay que preservar una política económica que nos deja con un déficit fiscal y un endeudamiento que crecen, con el desempleo más alto de América Latina, con una significativa mayoría de trabajadores empleados en el sector informal, con un sistema de salud próximo al desastre, con un sistema tributario que asemeja al caos primitivo del universo, con unos indicadores mediocres y vergonzosos de internacionalización, y con un Estado cuya idea de desarrollo es que las clases medias y pobres le regalen dinero a quienes ya tienen (y tienen bastante), con la ingenua y fracasada idea de que ellos utilizarán los obsequios para generar desarrollo y empleo. Me resulta difícil entender por qué habría que prolongar las políticas que han conducido a tales resultados.
VIGENCIAS FUTURAS: A lo cual cabe añadir, como han advertido muchos analistas, que el propio presidente Uribe se ha encargado de cerrar el margen de maniobra de su sucesor con varios instrumentos, entre ellos los compromisos con vigencias futuras por un valor aproximado de $ 26 billones. Por tratarse de un asunto de naturaleza técnica, accesible sólo a los expertos en finanzas públicas, la ciudadanía sigue su vida sin alarmarse por esta escandalosa noticia. Casi siempre sucede lo mismo cuando se trata de dineros públicos: ajena al lenguaje especializado de la hacienda pública, y sumida además en el mito de que los dineros públicos son “del Estado”, la ciudadanía no logra adquirir la conciencia de que tales dineros son suyos, y de que su trabajo y su patrimonio personal son la fuente de donde ellos vienen. Así, se da lugar a una lamentable indiferencia, gracias a la cual pasan como noticias cotidianas lo que son verdaderas aberraciones. Nadie se escandaliza cuando nos dicen que, por la ineptitud de la administración distrital, y muy posiblemente por corrupción, Bogotá tendrá que pagar enormes sobrecostos por las obras públicas. Atención: no será “Bogotá” quien pague, seremos todos los contribuyentes de la ciudad. De igual manera, el público deja pasar inadvertida la realidad de que, por decisión del actual gobierno, durante los próximos seis años el Estado ingresará en nuestro patrimonio para sustraernos la suma de 26 billones de pesos. Las vigencias futuras no se giran en último término contra las arcas del Estado: se decretan y se pagan contra los ingresos y el patrimonio de cada uno de los lectores (y de los electores).
IDEAS PREELECTORALES II: Por otra parte, muchos conocidos me dicen que es indispensable preservar el legado de Uribe, y al decir tal cosa no hacen distinción de políticas específicas. Sin duda hay que preservar algunos aspectos del legado uribista. Pero si los observadores fuesen un poco más analíticos, se preguntarían en virtud de qué hay que preservar una política económica que nos deja con un déficit fiscal y un endeudamiento que crecen, con el desempleo más alto de América Latina, con una significativa mayoría de trabajadores empleados en el sector informal, con un sistema de salud próximo al desastre, con un sistema tributario que asemeja al caos primitivo del universo, con unos indicadores mediocres y vergonzosos de internacionalización, y con un Estado cuya idea de desarrollo es que las clases medias y pobres le regalen dinero a quienes ya tienen (y tienen bastante), con la ingenua y fracasada idea de que ellos utilizarán los obsequios para generar desarrollo y empleo. Me resulta difícil entender por qué habría que prolongar las políticas que han conducido a tales resultados.
VIGENCIAS FUTURAS: A lo cual cabe añadir, como han advertido muchos analistas, que el propio presidente Uribe se ha encargado de cerrar el margen de maniobra de su sucesor con varios instrumentos, entre ellos los compromisos con vigencias futuras por un valor aproximado de $ 26 billones. Por tratarse de un asunto de naturaleza técnica, accesible sólo a los expertos en finanzas públicas, la ciudadanía sigue su vida sin alarmarse por esta escandalosa noticia. Casi siempre sucede lo mismo cuando se trata de dineros públicos: ajena al lenguaje especializado de la hacienda pública, y sumida además en el mito de que los dineros públicos son “del Estado”, la ciudadanía no logra adquirir la conciencia de que tales dineros son suyos, y de que su trabajo y su patrimonio personal son la fuente de donde ellos vienen. Así, se da lugar a una lamentable indiferencia, gracias a la cual pasan como noticias cotidianas lo que son verdaderas aberraciones. Nadie se escandaliza cuando nos dicen que, por la ineptitud de la administración distrital, y muy posiblemente por corrupción, Bogotá tendrá que pagar enormes sobrecostos por las obras públicas. Atención: no será “Bogotá” quien pague, seremos todos los contribuyentes de la ciudad. De igual manera, el público deja pasar inadvertida la realidad de que, por decisión del actual gobierno, durante los próximos seis años el Estado ingresará en nuestro patrimonio para sustraernos la suma de 26 billones de pesos. Las vigencias futuras no se giran en último término contra las arcas del Estado: se decretan y se pagan contra los ingresos y el patrimonio de cada uno de los lectores (y de los electores).
martes, 18 de mayo de 2010
El TLC con la UE: una propuesta
EL CONGRESO Y EL TLC CON LA UE: Quiero en esta nota hacer una sencilla propuesta: ya que varios sectores significativos de congresistas se han apresurado de modo tan vigoroso a rechazar el TLC con la Unión Europea, y que tal premura y tal eficiencia no se les conoce en el desarrollo de sus responsabilidades ordinarias, quisiera proponer que los miembros del Congreso nacional revelen al público quiénes de ellos son ganaderos o tienen negocios de ganadería. No estoy sugiriendo que por tal motivo estén impedidos para pronunciarse sobre el asunto: el examen de ese tema se lo dejo a los juristas. Pero creo que a la sociedad le conviene tener todos los elementos de juicio, de modo que sepamos si al pronunciarse sobre este caso los congresistas están actuando con interés patriótico, o si están cuidando de sus fortunas personales.
EL TLC CON LA UE Y LA GANADERÍA: Sería una verdadera pena que Colombia, una de las economías menos integradas con el mundo, dejara pasar esta oportunidad, sólo por complacer a un grupo al cual le parece que un arancel del 100 por ciento inicial, y una desgravación de 15 años, acompañados de salvaguardias, son una apertura radical e inmisericorde. Pidámosles a estas personas que digan la verdad: simple y llanamente quieren conservar sus privilegios; quieren mantener la protección de sus negocios, a costa del desarrollo del país, a costa de que muchísimos otros sectores pierdan oportunidades, y a costa de condenarnos a seguir siendo una economía provinciana. Y prevéngase toda la sociedad, pues es probable que este problema se resuelva del modo como acostumbra la presente administración: prometiéndoles a los inconformes dinero, un programa de subsidios, una suerte de nuevo Agro Ingreso Seguro, mediante el cual los pobres y la clase media tributaríamos para enriquecer un poco más a los latifundistas.
EL TLC CON LA UE Y LA IZQUIERDA: Yo entiendo que los ganaderos corran a bloquear nuestro TLC con la Unión Europea; se trata de un puro acto económico racional, de la defensa de unos privilegios que les significan ingresos y sobre todo comodidad: la comodidad de no tener que esforzarse para desarrollar actividades competitivas. Pero la actitud de la izquierda ante este caso, y en particular la del senador Jorge Enrique Robledo, sólo puede explicarse por un dogmatismo ciego e irracional frente al comercio. Robledo disfraza ese dogmatismo detrás de cifras absurdas que repite por todas partes, y de las cuales nadie le pide cuenta: nadie le exige que las muestre, o que revele la metodología de su obtención, o la fuente de donde las obtuvo. Culpa de todos los males del país a la apertura económica, cosa interesante, en un país cuyo surtido de problemas es más que generoso, y en un país que, enfrentemos la verdad, sigue siendo una economía en buena medida cerrada, una economía que quedó rezagada en la oleada global de integración. Curioso también resulta que un senador de izquierda, un senador del Polo, luche por la causa de un sector al cual buena parte de sus copartidarios considera retardatario, opresor y latifundista.
EL TLC CON LA UE Y LA GANADERÍA: Sería una verdadera pena que Colombia, una de las economías menos integradas con el mundo, dejara pasar esta oportunidad, sólo por complacer a un grupo al cual le parece que un arancel del 100 por ciento inicial, y una desgravación de 15 años, acompañados de salvaguardias, son una apertura radical e inmisericorde. Pidámosles a estas personas que digan la verdad: simple y llanamente quieren conservar sus privilegios; quieren mantener la protección de sus negocios, a costa del desarrollo del país, a costa de que muchísimos otros sectores pierdan oportunidades, y a costa de condenarnos a seguir siendo una economía provinciana. Y prevéngase toda la sociedad, pues es probable que este problema se resuelva del modo como acostumbra la presente administración: prometiéndoles a los inconformes dinero, un programa de subsidios, una suerte de nuevo Agro Ingreso Seguro, mediante el cual los pobres y la clase media tributaríamos para enriquecer un poco más a los latifundistas.
EL TLC CON LA UE Y LA IZQUIERDA: Yo entiendo que los ganaderos corran a bloquear nuestro TLC con la Unión Europea; se trata de un puro acto económico racional, de la defensa de unos privilegios que les significan ingresos y sobre todo comodidad: la comodidad de no tener que esforzarse para desarrollar actividades competitivas. Pero la actitud de la izquierda ante este caso, y en particular la del senador Jorge Enrique Robledo, sólo puede explicarse por un dogmatismo ciego e irracional frente al comercio. Robledo disfraza ese dogmatismo detrás de cifras absurdas que repite por todas partes, y de las cuales nadie le pide cuenta: nadie le exige que las muestre, o que revele la metodología de su obtención, o la fuente de donde las obtuvo. Culpa de todos los males del país a la apertura económica, cosa interesante, en un país cuyo surtido de problemas es más que generoso, y en un país que, enfrentemos la verdad, sigue siendo una economía en buena medida cerrada, una economía que quedó rezagada en la oleada global de integración. Curioso también resulta que un senador de izquierda, un senador del Polo, luche por la causa de un sector al cual buena parte de sus copartidarios considera retardatario, opresor y latifundista.
lunes, 10 de mayo de 2010
Moraleja de la crisis griega... Petro y Familias en Acción
UNA MORALEJA DE LA CRISIS GRIEGA: “Recordar es vivir”. Pocos meses han pasado desde cuando, por cuenta de la crisis financiera global, a los cuatro vientos anunciaron muchos que dicha crisis demostraba la inviabilidad absoluta, radical, y total de las políticas económicas liberales. La culpa que algunas de esas políticas tuvieron en la generación de la crisis fue extrapolada de manera falaz hacia una conclusión general: la de que siempre, en todos los casos, y en medio de cualquier circunstancia, la economía debe estar regida por un Estado grande, dotado de amplísimas facultades de intervención. Así concluyó por ejemplo Paul Krugman, tan lúcido en tantas otras materias. Me pregunto en qué andan hoy quienes anunciaron ese presunto dictamen irrefutable, cuando una nueva crisis amenaza la economía mundial: una crisis cuya gravedad no es menos profunda, y que tiene raíces precisamente en el modelo de Estado que se propuso como verdad dogmática. Un Estado grande, amplio en sus gastos, generoso en sus prestaciones, cariñoso y paternal con sus ciudadanos, es ahora incapaz de sostener su propio modo de vida, y su ruina amenaza con producir la de otros países, y con destruir el sueño de la moneda europea. Se le intentará salvar, pero las consecuencias de tal intento son aún desconocidas. Aquí hay una moraleja para profetas de lado y lado: más allá de ciertos principios filosóficos básicos (como las libertades fundamentales), la cuestión de cómo han de relacionarse Estado y economía es eminentemente práctica, dependiente de las circunstancias, y de las posibilidades materiales efectivas. No cabe allí el dogma. Es además un asunto en el cual siempre veremos un cierto grado de oscilación, pues cada grupo de políticas, al ejecutarse en la práctica, tiende a generar desequilibrios y riesgos que luego deben compensarse con un cambio de orientación. Y en todo lo que tiende a oscilar, la prudencia aconseja no llevar las cosas a los extremos.
PETRO Y FAMILIAS EN ACCIÓN: No suelo estar de acuerdo con el candidato Gustavo Petro cuando habla de economía. Pero en El Tiempo (mayo 9), aludiendo al célebre programa presidencial Familias en Acción, escribió Petro una frase que considero digna de transcripción literal: “El ingenio y la laboriosidad que se reconocen mundialmente al colombiano pueden convertirse en una cultura parasitaria financiada con presupuesto público”. Familias en Acción es una iniciativa admirable en su concepción, pero cuyo alcance ya suscita justas preocupaciones. Este programa, mediante el cual se entregan apoyos monetarios directos y condicionados a familias muy pobres, o que sufren condiciones socioeconómicas muy severas, alcanza ya a casi 2.600.000 familias. Con tal cobertura, Familias en Acción pierde el carácter excepcional que los programas de ese corte deberían tener, y se convierte en un elemento regular del sustento de una parte ya significativa de la población colombiana, la cual recibe estos dineros de manera directa, a veces en ceremonias donde es visible un contenido político —no necesariamente electoral—. Aunque al respecto de esto último las denuncias se siguen acumulando.
CHAVEZCANDANGA: Por supuesto que sigo a Chávez en su cuenta de Twitter, que lleva el nombre “@chavezcandanga”. Y aconsejo a todos que lo hagan, pues difícilmente encontrarán mejor espectáculo humorístico. Para la muestra: “@chavezcandanga” anuncia la próxima inauguración de una fábrica de celulares en Venezuela llamada Orinoquia. “Son buenos y baratos”, dice Chávez, y seguramente en el universo bolivariano Orinoquia reemplazará forzosamente a Nokia. Ahí tenemos entonces a un gobierno prolífico en grandes anuncios, en promesas de obras colosales, fábricas de celulares, gasoductos transcontinentales, y refinerías gigantes, pero que, en la triste realidad, ni siquiera puede proporcionar a sus ciudadanos algo tan elemental como la luz eléctrica. El humor termina cuando caemos en cuenta de que esto no es un espectáculo, sino es la tragedia real de un pueblo.
PETRO Y FAMILIAS EN ACCIÓN: No suelo estar de acuerdo con el candidato Gustavo Petro cuando habla de economía. Pero en El Tiempo (mayo 9), aludiendo al célebre programa presidencial Familias en Acción, escribió Petro una frase que considero digna de transcripción literal: “El ingenio y la laboriosidad que se reconocen mundialmente al colombiano pueden convertirse en una cultura parasitaria financiada con presupuesto público”. Familias en Acción es una iniciativa admirable en su concepción, pero cuyo alcance ya suscita justas preocupaciones. Este programa, mediante el cual se entregan apoyos monetarios directos y condicionados a familias muy pobres, o que sufren condiciones socioeconómicas muy severas, alcanza ya a casi 2.600.000 familias. Con tal cobertura, Familias en Acción pierde el carácter excepcional que los programas de ese corte deberían tener, y se convierte en un elemento regular del sustento de una parte ya significativa de la población colombiana, la cual recibe estos dineros de manera directa, a veces en ceremonias donde es visible un contenido político —no necesariamente electoral—. Aunque al respecto de esto último las denuncias se siguen acumulando.
CHAVEZCANDANGA: Por supuesto que sigo a Chávez en su cuenta de Twitter, que lleva el nombre “@chavezcandanga”. Y aconsejo a todos que lo hagan, pues difícilmente encontrarán mejor espectáculo humorístico. Para la muestra: “@chavezcandanga” anuncia la próxima inauguración de una fábrica de celulares en Venezuela llamada Orinoquia. “Son buenos y baratos”, dice Chávez, y seguramente en el universo bolivariano Orinoquia reemplazará forzosamente a Nokia. Ahí tenemos entonces a un gobierno prolífico en grandes anuncios, en promesas de obras colosales, fábricas de celulares, gasoductos transcontinentales, y refinerías gigantes, pero que, en la triste realidad, ni siquiera puede proporcionar a sus ciudadanos algo tan elemental como la luz eléctrica. El humor termina cuando caemos en cuenta de que esto no es un espectáculo, sino es la tragedia real de un pueblo.
lunes, 3 de mayo de 2010
Venezuela sigue en caída... Feria de ministerios...
ECONOMÍA VENEZOLANA SIGUE EN DESCENSO: En el tercer trimestre del año pasado, algunos vaticinaron, no entiendo aún sobre qué base, que la economía venezolana se elevaría nuevamente este año, después de sufrir una fuerte caída. Pues bien: de acuerdo con lo que informa El universal de Caracas, el propio presidente Chávez admitió ya que este año volverá a decrecer el producto del país, pero en su muy pintoresco e irresponsable estilo dijo que eso no debería ser motivo de preocupación. Y así, mientras su gobierno sigue empeñado en acciones simbólicas, en anuncios de proyectos extravagantes que nunca siquiera se inician, en enriquecer a los rusos con compras de armas, en hipotecar a la Nación con los préstamos de dichas compras, a hostigar a Colombia, y a desperdiciar más que nunca la riqueza petrolera, las proyecciones de The Economist anuncian una caída del PIB de casi 7 por ciento para este año, una caída de casi el 12 por ciento en la producción industrial (último dato), y una inflación del 29 por ciento. Puede esperarse que la crisis eléctrica continúe: en medio de una temporada de lluvias un tanto suave, el nivel de El Guri, la hidroeléctrica que proporciona a Venezuela el 70 por ciento de su electricidad, sigue en descenso, y está ya a sólo 8 metros de su cota de riesgo (240 metros sobre el nivel del mar). El propio “Gobierno Bolivariano” parece actuar con certidumbre de que se llegará a ese nivel, pues anunció que incluso así seguirá operando el embalse. Lo cual implica un grave peligro de daño e inutilización permanente de sus turbinas. De modo que si esta temporada de lluvias no se acentúa, y llega en julio la nueva estación soleada, podría Venezuela enfrentarse a una circunstancia increíble: la de que un país de nivel medio de desarrollo, en pleno siglo XXI, y que es además una potencia energética, entre en riesgo auténtico de quedarse a oscuras.
FERIA DE MINISTERIOS: En la actual campaña presidencial abundan las promesas de crear ministerios, o de revivir algunos que ya no existen. Hay casos en los cuales esto suena muy razonable, como el de crear de nuevo el Ministerio de Justicia: en esta propuesta parecen coincidir todas las campañas, y también, de manera sorprendente, el mismo Gobierno que acabó con dicho ministerio, pues se ha sabido que tiene un proyecto de ley para su resurrección. Advertencia a los electores: cada vez que un candidato les prometa un ministerio, sometan dicha oferta al siguiente análisis. Primero: ¿existe claridad, de parte del candidato, en cuáles serían los objetivos concretos y prácticos que se buscaría satisfacer con el propuesto ministerio? Segundo: ¿está la propuesta acompañada de un plan serio acerca de lo que tal ministerio haría y cómo lo haría? Y finalmente: ¿es del todo claro que esas tareas, de justificarse, exigen la creación de un ministerio, o podrían ser realizadas por instituciones ya existentes? De no encontrar respuesta satisfactoria, tiene el elector todo el derecho de pensar que la propuesta, o bien carece de fundamentos serios y no es más que una vacía promesa electoral, o bien tiene tras de sí intenciones más perversas, como la de ampliar la burocracia pública de modo que se puedan cumplir compromisos políticos electorales.
FERIA DE MINISTERIOS II: Cada una de estas propuestas merece, entonces, un análisis individual, de acuerdo con sus méritos propios. Y tal análisis debería tener un especial rigor, pues nuestra actitud cultural hacia la creación de nuevas entidades públicas —en particular ministerios— sufre de lo contrario: de una extrema falta de rigor. Podemos resumir el problema así: en nuestra cultura política suele haber inclinación a pensar que, para resolver un cierto problema, la solución consiste en crear una entidad pública, ojalá un ministerio, nominalmente encargado de la situación. Así, mil veces hemos oído las ideas de crear un ministerio de la familia, de la mujer, del empleo, del joven, de los ríos, etc. Eso es parte de una mentalidad un tanto supersticiosa, la cual concentra su acción en los temas nominales, cree que hay magia en lo puramente verbal e institucional, y omite las labores reales y concretas que los problemas exigen. Es la misma mentalidad que cree, por ejemplo, que los problemas socioeconómicos se solucionan mediante la enunciación de derechos sociales y económicos, y mediante su ordenación por vía judicial. Me lo advirtió Humberto de la Calle en una conversación la semana pasada: ahora todos claman por un Ministerio de Justicia; dentro de diez años, o menos, veremos a columnistas y analistas decir que ese ministerio es inútil y no sirve para nada. Como ya alguna vez ocurrió. De modo que en esto debemos reclamar un poco más de seriedad.
FERIA DE MINISTERIOS: En la actual campaña presidencial abundan las promesas de crear ministerios, o de revivir algunos que ya no existen. Hay casos en los cuales esto suena muy razonable, como el de crear de nuevo el Ministerio de Justicia: en esta propuesta parecen coincidir todas las campañas, y también, de manera sorprendente, el mismo Gobierno que acabó con dicho ministerio, pues se ha sabido que tiene un proyecto de ley para su resurrección. Advertencia a los electores: cada vez que un candidato les prometa un ministerio, sometan dicha oferta al siguiente análisis. Primero: ¿existe claridad, de parte del candidato, en cuáles serían los objetivos concretos y prácticos que se buscaría satisfacer con el propuesto ministerio? Segundo: ¿está la propuesta acompañada de un plan serio acerca de lo que tal ministerio haría y cómo lo haría? Y finalmente: ¿es del todo claro que esas tareas, de justificarse, exigen la creación de un ministerio, o podrían ser realizadas por instituciones ya existentes? De no encontrar respuesta satisfactoria, tiene el elector todo el derecho de pensar que la propuesta, o bien carece de fundamentos serios y no es más que una vacía promesa electoral, o bien tiene tras de sí intenciones más perversas, como la de ampliar la burocracia pública de modo que se puedan cumplir compromisos políticos electorales.
FERIA DE MINISTERIOS II: Cada una de estas propuestas merece, entonces, un análisis individual, de acuerdo con sus méritos propios. Y tal análisis debería tener un especial rigor, pues nuestra actitud cultural hacia la creación de nuevas entidades públicas —en particular ministerios— sufre de lo contrario: de una extrema falta de rigor. Podemos resumir el problema así: en nuestra cultura política suele haber inclinación a pensar que, para resolver un cierto problema, la solución consiste en crear una entidad pública, ojalá un ministerio, nominalmente encargado de la situación. Así, mil veces hemos oído las ideas de crear un ministerio de la familia, de la mujer, del empleo, del joven, de los ríos, etc. Eso es parte de una mentalidad un tanto supersticiosa, la cual concentra su acción en los temas nominales, cree que hay magia en lo puramente verbal e institucional, y omite las labores reales y concretas que los problemas exigen. Es la misma mentalidad que cree, por ejemplo, que los problemas socioeconómicos se solucionan mediante la enunciación de derechos sociales y económicos, y mediante su ordenación por vía judicial. Me lo advirtió Humberto de la Calle en una conversación la semana pasada: ahora todos claman por un Ministerio de Justicia; dentro de diez años, o menos, veremos a columnistas y analistas decir que ese ministerio es inútil y no sirve para nada. Como ya alguna vez ocurrió. De modo que en esto debemos reclamar un poco más de seriedad.
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