lunes, 10 de mayo de 2010

Moraleja de la crisis griega... Petro y Familias en Acción

UNA MORALEJA DE LA CRISIS GRIEGA: “Recordar es vivir”. Pocos meses han pasado desde cuando, por cuenta de la crisis financiera global, a los cuatro vientos anunciaron muchos que dicha crisis demostraba la inviabilidad absoluta, radical, y total de las políticas económicas liberales. La culpa que algunas de esas políticas tuvieron en la generación de la crisis fue extrapolada de manera falaz hacia una conclusión general: la de que siempre, en todos los casos, y en medio de cualquier circunstancia, la economía debe estar regida por un Estado grande, dotado de amplísimas facultades de intervención. Así concluyó por ejemplo Paul Krugman, tan lúcido en tantas otras materias. Me pregunto en qué andan hoy quienes anunciaron ese presunto dictamen irrefutable, cuando una nueva crisis amenaza la economía mundial: una crisis cuya gravedad no es menos profunda, y que tiene raíces precisamente en el modelo de Estado que se propuso como verdad dogmática. Un Estado grande, amplio en sus gastos, generoso en sus prestaciones, cariñoso y paternal con sus ciudadanos, es ahora incapaz de sostener su propio modo de vida, y su ruina amenaza con producir la de otros países, y con destruir el sueño de la moneda europea. Se le intentará salvar, pero las consecuencias de tal intento son aún desconocidas. Aquí hay una moraleja para profetas de lado y lado: más allá de ciertos principios filosóficos básicos (como las libertades fundamentales), la cuestión de cómo han de relacionarse Estado y economía es eminentemente práctica, dependiente de las circunstancias, y de las posibilidades materiales efectivas. No cabe allí el dogma. Es además un asunto en el cual siempre veremos un cierto grado de oscilación, pues cada grupo de políticas, al ejecutarse en la práctica, tiende a generar desequilibrios y riesgos que luego deben compensarse con un cambio de orientación. Y en todo lo que tiende a oscilar, la prudencia aconseja no llevar las cosas a los extremos.

PETRO Y FAMILIAS EN ACCIÓN: No suelo estar de acuerdo con el candidato Gustavo Petro cuando habla de economía. Pero en El Tiempo (mayo 9), aludiendo al célebre programa presidencial Familias en Acción, escribió Petro una frase que considero digna de transcripción literal: “El ingenio y la laboriosidad que se reconocen mundialmente al colombiano pueden convertirse en una cultura parasitaria financiada con presupuesto público”. Familias en Acción es una iniciativa admirable en su concepción, pero cuyo alcance ya suscita justas preocupaciones. Este programa, mediante el cual se entregan apoyos monetarios directos y condicionados a familias muy pobres, o que sufren condiciones socioeconómicas muy severas, alcanza ya a casi 2.600.000 familias. Con tal cobertura, Familias en Acción pierde el carácter excepcional que los programas de ese corte deberían tener, y se convierte en un elemento regular del sustento de una parte ya significativa de la población colombiana, la cual recibe estos dineros de manera directa, a veces en ceremonias donde es visible un contenido político —no necesariamente electoral—. Aunque al respecto de esto último las denuncias se siguen acumulando.

CHAVEZCANDANGA: Por supuesto que sigo a Chávez en su cuenta de Twitter, que lleva el nombre “@chavezcandanga”. Y aconsejo a todos que lo hagan, pues difícilmente encontrarán mejor espectáculo humorístico. Para la muestra: “@chavezcandanga” anuncia la próxima inauguración de una fábrica de celulares en Venezuela llamada Orinoquia. “Son buenos y baratos”, dice Chávez, y seguramente en el universo bolivariano Orinoquia reemplazará forzosamente a Nokia. Ahí tenemos entonces a un gobierno prolífico en grandes anuncios, en promesas de obras colosales, fábricas de celulares, gasoductos transcontinentales, y refinerías gigantes, pero que, en la triste realidad, ni siquiera puede proporcionar a sus ciudadanos algo tan elemental como la luz eléctrica. El humor termina cuando caemos en cuenta de que esto no es un espectáculo, sino es la tragedia real de un pueblo.

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