ECONOMÍA VENEZOLANA SIGUE EN DESCENSO: En el tercer trimestre del año pasado, algunos vaticinaron, no entiendo aún sobre qué base, que la economía venezolana se elevaría nuevamente este año, después de sufrir una fuerte caída. Pues bien: de acuerdo con lo que informa El universal de Caracas, el propio presidente Chávez admitió ya que este año volverá a decrecer el producto del país, pero en su muy pintoresco e irresponsable estilo dijo que eso no debería ser motivo de preocupación. Y así, mientras su gobierno sigue empeñado en acciones simbólicas, en anuncios de proyectos extravagantes que nunca siquiera se inician, en enriquecer a los rusos con compras de armas, en hipotecar a la Nación con los préstamos de dichas compras, a hostigar a Colombia, y a desperdiciar más que nunca la riqueza petrolera, las proyecciones de The Economist anuncian una caída del PIB de casi 7 por ciento para este año, una caída de casi el 12 por ciento en la producción industrial (último dato), y una inflación del 29 por ciento. Puede esperarse que la crisis eléctrica continúe: en medio de una temporada de lluvias un tanto suave, el nivel de El Guri, la hidroeléctrica que proporciona a Venezuela el 70 por ciento de su electricidad, sigue en descenso, y está ya a sólo 8 metros de su cota de riesgo (240 metros sobre el nivel del mar). El propio “Gobierno Bolivariano” parece actuar con certidumbre de que se llegará a ese nivel, pues anunció que incluso así seguirá operando el embalse. Lo cual implica un grave peligro de daño e inutilización permanente de sus turbinas. De modo que si esta temporada de lluvias no se acentúa, y llega en julio la nueva estación soleada, podría Venezuela enfrentarse a una circunstancia increíble: la de que un país de nivel medio de desarrollo, en pleno siglo XXI, y que es además una potencia energética, entre en riesgo auténtico de quedarse a oscuras.
FERIA DE MINISTERIOS: En la actual campaña presidencial abundan las promesas de crear ministerios, o de revivir algunos que ya no existen. Hay casos en los cuales esto suena muy razonable, como el de crear de nuevo el Ministerio de Justicia: en esta propuesta parecen coincidir todas las campañas, y también, de manera sorprendente, el mismo Gobierno que acabó con dicho ministerio, pues se ha sabido que tiene un proyecto de ley para su resurrección. Advertencia a los electores: cada vez que un candidato les prometa un ministerio, sometan dicha oferta al siguiente análisis. Primero: ¿existe claridad, de parte del candidato, en cuáles serían los objetivos concretos y prácticos que se buscaría satisfacer con el propuesto ministerio? Segundo: ¿está la propuesta acompañada de un plan serio acerca de lo que tal ministerio haría y cómo lo haría? Y finalmente: ¿es del todo claro que esas tareas, de justificarse, exigen la creación de un ministerio, o podrían ser realizadas por instituciones ya existentes? De no encontrar respuesta satisfactoria, tiene el elector todo el derecho de pensar que la propuesta, o bien carece de fundamentos serios y no es más que una vacía promesa electoral, o bien tiene tras de sí intenciones más perversas, como la de ampliar la burocracia pública de modo que se puedan cumplir compromisos políticos electorales.
FERIA DE MINISTERIOS II: Cada una de estas propuestas merece, entonces, un análisis individual, de acuerdo con sus méritos propios. Y tal análisis debería tener un especial rigor, pues nuestra actitud cultural hacia la creación de nuevas entidades públicas —en particular ministerios— sufre de lo contrario: de una extrema falta de rigor. Podemos resumir el problema así: en nuestra cultura política suele haber inclinación a pensar que, para resolver un cierto problema, la solución consiste en crear una entidad pública, ojalá un ministerio, nominalmente encargado de la situación. Así, mil veces hemos oído las ideas de crear un ministerio de la familia, de la mujer, del empleo, del joven, de los ríos, etc. Eso es parte de una mentalidad un tanto supersticiosa, la cual concentra su acción en los temas nominales, cree que hay magia en lo puramente verbal e institucional, y omite las labores reales y concretas que los problemas exigen. Es la misma mentalidad que cree, por ejemplo, que los problemas socioeconómicos se solucionan mediante la enunciación de derechos sociales y económicos, y mediante su ordenación por vía judicial. Me lo advirtió Humberto de la Calle en una conversación la semana pasada: ahora todos claman por un Ministerio de Justicia; dentro de diez años, o menos, veremos a columnistas y analistas decir que ese ministerio es inútil y no sirve para nada. Como ya alguna vez ocurrió. De modo que en esto debemos reclamar un poco más de seriedad.
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