EL CONGRESO Y EL TLC CON LA UE: Quiero en esta nota hacer una sencilla propuesta: ya que varios sectores significativos de congresistas se han apresurado de modo tan vigoroso a rechazar el TLC con la Unión Europea, y que tal premura y tal eficiencia no se les conoce en el desarrollo de sus responsabilidades ordinarias, quisiera proponer que los miembros del Congreso nacional revelen al público quiénes de ellos son ganaderos o tienen negocios de ganadería. No estoy sugiriendo que por tal motivo estén impedidos para pronunciarse sobre el asunto: el examen de ese tema se lo dejo a los juristas. Pero creo que a la sociedad le conviene tener todos los elementos de juicio, de modo que sepamos si al pronunciarse sobre este caso los congresistas están actuando con interés patriótico, o si están cuidando de sus fortunas personales.
EL TLC CON LA UE Y LA GANADERÍA: Sería una verdadera pena que Colombia, una de las economías menos integradas con el mundo, dejara pasar esta oportunidad, sólo por complacer a un grupo al cual le parece que un arancel del 100 por ciento inicial, y una desgravación de 15 años, acompañados de salvaguardias, son una apertura radical e inmisericorde. Pidámosles a estas personas que digan la verdad: simple y llanamente quieren conservar sus privilegios; quieren mantener la protección de sus negocios, a costa del desarrollo del país, a costa de que muchísimos otros sectores pierdan oportunidades, y a costa de condenarnos a seguir siendo una economía provinciana. Y prevéngase toda la sociedad, pues es probable que este problema se resuelva del modo como acostumbra la presente administración: prometiéndoles a los inconformes dinero, un programa de subsidios, una suerte de nuevo Agro Ingreso Seguro, mediante el cual los pobres y la clase media tributaríamos para enriquecer un poco más a los latifundistas.
EL TLC CON LA UE Y LA IZQUIERDA: Yo entiendo que los ganaderos corran a bloquear nuestro TLC con la Unión Europea; se trata de un puro acto económico racional, de la defensa de unos privilegios que les significan ingresos y sobre todo comodidad: la comodidad de no tener que esforzarse para desarrollar actividades competitivas. Pero la actitud de la izquierda ante este caso, y en particular la del senador Jorge Enrique Robledo, sólo puede explicarse por un dogmatismo ciego e irracional frente al comercio. Robledo disfraza ese dogmatismo detrás de cifras absurdas que repite por todas partes, y de las cuales nadie le pide cuenta: nadie le exige que las muestre, o que revele la metodología de su obtención, o la fuente de donde las obtuvo. Culpa de todos los males del país a la apertura económica, cosa interesante, en un país cuyo surtido de problemas es más que generoso, y en un país que, enfrentemos la verdad, sigue siendo una economía en buena medida cerrada, una economía que quedó rezagada en la oleada global de integración. Curioso también resulta que un senador de izquierda, un senador del Polo, luche por la causa de un sector al cual buena parte de sus copartidarios considera retardatario, opresor y latifundista.
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